Las injurias de los siglos XVI y XVII
SIN LÍMITES
Las injurias
de los siglos XVI y XVII
Hediondo,
legañosa, andaluz, tocino, son los mejores insultos del Siglo de Oro.
Por Raúl
Torres Salmerón
Hediondo,
legañosa, andaluz, tocino, son los mejores insultos del Siglo de Oro, reporta
un libro de Cristina Tabernero y Jesús María Usunáriz donde rastrean 9 mil
procesos judiciales de los siglos XVI y XVII en busca de injurias.
El llamado
Siglo de Oro español, incluye el Renacimiento del Siglo XVI y el Barroco del
Siglo XVII, que abarca desde la publicación de la Gramática castellana de
Nebrija en 1492 hasta la muerte de Pedro Calderón de la Barca en 1681.
Quien haya
leído a los escritores del Siglo de Oro habrá encontrado sartas como la
quevedesca "puto, cornudo, bujarrón y judío". Pero el hábito de
insultar al vecino no era solo literario: como prueba están los casi 9 mil
procesos judiciales por injuria que los autores han estudiado en dos siglos del
Archivo General de Navarra, de los que mil 500 han aportado material a este
diccionario.
Injuria es
toda palabra dicha públicamente con intención de deshonrar a otra persona. ¿Por
qué recurrieron a los tribunales las personas insultadas? Una respuesta clásica
es que se las había ofendido en su honor, pero es más realista pensar que la
atribución pública de un comportamiento negativo tenía consecuencias prácticas.
"No hay
peor cosa que difamar a una moza para que nunca halle marido", alegan los
querellantes de parte de una moza que fue llamada "puta, bellaca, parida
de cuatro veces". Por lo que parece, muchas de las acusaciones eran
sobreseídas o se resolvían con la retractación formal del injuriador.
Cuando se
hacía una denuncia se interrogaba inmediatamente a los testigos y el escribano
transcribía sus declaraciones, de modo que los procesos abundan en detalles
recogidos de viva voz.
Los insultos
eran emitidos, como ocurre aún en la actualidad, en largas ristras, a veces en
un crescendo amplificador pero por lo general sin mucho orden: "Puerca,
borracha, sucia, bellaca, vieja, albanesa, jinetaria". Algunos gestos, hoy
desusados, parecen aumentar la gravedad: "Asiéndose de las barbas con
mucha cólera". A veces las injurias toman la forma de cancioncilla
"Ten tu lengua queda / puta laminera" e incluso se instruye a grupos
de muchachos para que la canten.
Los motivos
son conflictos de todo tipo: el préstamo sin devolución de un apero agrícola,
una lavandera le quita a otra el puesto en el río, las gallinas de un propietario
entran en un huerto ajeno... Los tipos de injuria varían: alusiones al desorden
sexual (el frecuentísimo "puta", y sus variantes; las acusaciones de
sodomía: "bujarrón"), los delitos contra la propiedad
("ladrón") o contra el dogma ("luterana", "judío"
y sus equivalentes como "tocino"), los ataques al cuerpo
("hediondo", "legañosa") o al intelecto ("tonto",
"mentecato"),
los comportamientos reprobados ("ventanera", a la curiosa, "tapa
de cuba" al borracho) o las atribuciones de baja situación social
("hijo de un mulatero, sardinero").
A veces el
insulto tiene que ver con la causa de la riña ("gorda y carrilluda" a
una mujer a la que se atribuye haberse bebido una cuba de vino) pero muchas
veces no. Los recursos de la lengua pueden matizar la ofensa:
"cornudazo", "ruincilla". Hay insultos genéricos, como
"bellaco" (por cierto, el más usado), y otros más oblicuos:
"boca grande", a quien no se calla; "coño flojo",
"requemada por entrepierna", acusando de promiscuidad.
Abundan
también los insultos a la familia: "casta de sambenitados" (los que
llevaron el sambenito de la Inquisición, por judíos), "linaje de
brujas". Hay más de cincuenta compuestos con "hijo de...": desde
"ahorcado" o "andaluz" hasta "ventero" o
"vicario". Quienes más injurian son los varones, que también son
quienes más reciben los improperios, aunque también es cierto que hay casos en
que un hombre toma la palabra para terciar en un conflicto comenzado entre
mujeres.
Este
diccionario reúne mil términos y expresiones, insultos o intensificadores
("puta probada, ladrón público"), aunque no separa los usos irónicos
del tratamiento. Un cierto número son injurias en euskera, que los procesados
usaban junto con las castellanas. En cada caso se aporta la etimología, los
contextos de uso, extractos del proceso con citas literales —la parte más
valiosa—, y testimonios de otras fuentes incluso literarias, sección más
prescindible por estar disponible en otros lugares.
Esta valiosa
obra da una visión privilegiada de los conflictos en una sociedad lejana, y del
papel que los ataques orales tenían en su resolución o enconamiento. Ha sido
posible gracias a que la catalogación del archivo, seguida de su
informatización, ha convertido una selva documental en una mina de la que
extraer estas expresiones proferidas en momentos de ira, que tanto nos dicen
sobre qué ofendía y cómo en los Siglos de Oro.
Fue
irresistible la tentación de reproducir íntegramente el artículo de José
Antonio Millán sobre el Diccionario de Injurias de los Siglos XVI y XVII, de
Cristina Tabernero y Jesús María Usunáriz. Edición Reichenberger de 2019, que
se publicó en El País el 20 de febrero de 2020.
¿Podría
imaginar el lector utilizar algunos insultos que quizá en estos tiempos no lo
sean, para las actuales campañas políticas?
En fin, como
dice la copla flamenca:
Los insultos
los comparo
con el vaso
de cristal,
que cuando se
rompe uno
ponen otro en
su lugar.
raultorress@hotmail.com
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