#OPINIÓN | Las propuestas que García Luna nunca nos aceptó
Las negativas al fortalecimiento de controles internos y externos, así como a la rendición de cuentas, revelan la barrera sistémica al cambio.
Se trata
probablemente del mando superior civil al que más recursos se le han asignado
para nuestra seguridad.
La condena
es, o debería ser, suficientemente escandalosa para apalancar reformas de
enorme calado.
Por: Ernesto
López Portillo
Apenas
estamos arrancando y ya le quieres poner los frenos a la máquina, me dijo
García Luna. Sin frenos, el carro se va a salir de la carretera, contesté.
Palabras más, palabras menos, esta conversación a principios del sexenio de
Calderón encerró bien la diferencia que siempre tuvimos: nosotros proponíamos
ayudar a fortalecer los controles internos y externos, primero sobre la Agencia
Federal de Investigaciones (AFI) y luego sobre la Policía Federal, mientras él
y su equipo se negaban una y otra vez.
Justo cuando
García Luna comenzaba un crecimiento exponencial en su carrera, nosotros
fundábamos en 2003 el Instituto para la Seguridad y la Democracia (Insyde); dos
años después, dábamos a conocer, junto con el Cide, el primer libro que traía a
México la moderna concepción de la rendición de cuentas policial (police
accountability)
(http://insyde.org.mx/pdf/libros/ACCOUNTABILITY_SISTEMA_POLICIAL_REND_CUENTAS.pdf).
Propusimos
desde Insyde a García Luna trabajar a profundidad el modelo legislativo,
reglamentario y de estándares del uso de la fuerza de la Policía Federal. No
prosperó. Propusimos crear un mecanismo externo sobre el entonces naciente
sistema de evaluaciones de control de confianza, buscando comprobar si en
efecto servía para reducir la corrupción. No se aceptó. Y construimos el
anteproyecto para crear el Auditor Especial de las Policías Federales,
propuesta que entró al Senado firmada por los líderes de todos los grupos
parlamentarios, excepto el del PAN (http://insyde.org.mx/wp-content/uploads/2019/12/Iniciativa-Senado-Proyecto-Auditor-Civil.pdf).
Tampoco esto prosperó.
Ayer García
Luna fue encontrado culpable en Estados Unidos de varios delitos graves que
implican su participación en la delincuencia organizada. Habría que comenzar
diciendo que se trata probablemente del mando superior civil al que más
recursos se le han asignado para nuestra seguridad, al menos en la historia
contemporánea. La Secretaría a su cargo comenzó con 9 mil millones de
presupuesto y terminó con 40 mil millones; un crecimiento mayor a cuatro veces
(https://www.jornada.com.mx/2012/12/24/politica/012n1pol).
El
crecimiento presupuestal no es malo o bueno en sí mismo, lo es en función de
evaluaciones idóneas y muchas veces muy complejas en el ámbito de la seguridad.
Enfatizo este ángulo porque se acepta generalmente que, a más recursos, más
seguridad. Conocí esto en la teoría con el nombre de “modelo incremental” y
merece la mayor popularidad. Cuando García Luna recibía más y más y más
recursos casi nadie hacía la pregunta difícil: ¿y la rendición de cuentas? De
hecho, mil veces nos criticaron precisamente por insistir en fortalecer los
medios de evaluación y control sobre el frenético crecimiento del presupuesto y
el desarrollo descomunal de la infraestructura.
Aún hoy, bien
entrado el siglo XXI, es generalmente impopular esta discusión; tanto, que las
personas en campañas electorales nos han dicho por décadas que, incluso
sabiendo que el crecimiento de los recursos para la seguridad no resuelve por
sí mismo nada, no lo pueden decir así a cielo abierto y tienen que ofrecer el
incremento para no poner en riesgo el apoyo del electorado.
García Luna
fue alguna vez para mucha gente el mayor héroe y ahora es para muchas personas
el villano favorito. La aportación más importante de la teoría de la rendición
de cuentas policial es que las buenas y las malas conductas de cada persona en
las instituciones policiales están intrínsecamente vinculadas a las culturas
institucionales que las promueven y/o toleran. En palabras simples, nada de lo
que hizo él fue, digamos, en el vacío. ¿Una obviedad? Nada de eso. En realidad,
este juicio podría ser una representación más que potente de la persistente
hegemonía de la ya muy vieja teoría de la manzana podrida, esa que aísla
artificialmente comportamientos que en realidad deben ser contextualizados en
barriles podridos (segmentos de las instituciones).
La condena a
García Luna es, o debería ser, suficientemente escandalosa para apalancar
reformas de enorme calado que reconstruyan este sistema político que produce
frecuentemente instituciones ocupadas por personas que hacen parte de redes de
macro criminalidad. La condena debería además empujar la reconstrucción total
de esa política prohibicionista de las drogas que le funciona principalmente a
esas élites que viven de los grandes presupuestos públicos y de las fortunas
ilícitas, poderes que someten a más y más comunidades a través de las más
atroces violencias asociadas al mercado ilegal de las drogas.
Por lo demás,
las negativas que ese personaje nos propinó una y otra vez son a veces
idénticas a las de centenas de personas operadoras de instituciones de
seguridad pública a las que hemos propuesto por décadas múltiples posibilidades
de fortalecimiento de controles internos y externos, y que replican la
respuesta de la barrera sistémica al cambio.
Le quieres
poner el freno, me dijo entonces García Luna. Si los controles equivalen a
frenos, sí, eso queríamos. Los carros sin frenos chocan.
*Ernesto López Portillo es Coordinador del Programa de Seguridad Ciudadana de la IBERO
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